
La imaginación televisiva hace mucho tiempo que parece haberse agotado. Alguien alguna vez (creo que la tan llorada Telemadrid) inventó un formato gracias al cual los espectadores nos metíamos en la piel de algunos emigrantes diferentes. Se habían ido a lugares exóticos, tenían profesiones llamativas y vivían vidas que a los demás, desde nuestro salón, se nos antojaban envidiables.
Luego el formato se fue escorando, en función de la cadena que lo hubiere copiado. De este modo hemos cenado con ricachonas esposas de altos directivos cuyas empresas los habían destinado en las zonas nobles de países tercermundistas. Ellos no salían en pantalla y ellas nos mostraban sus coches de lujo, sus casas de lujo, en fin, sus vidas de lujo.
Otras veces hemos merendado con gentes alternativas, que cambiaron cualquier acampada del 15M por calles enfangadas en la India o poblados más o menos misioneros del África profunda. Otros optaron por romper con todo e irse a meditar el resto de sus días a un monasterio nepalí.
También está la versión urbanita del asunto: un conquense en Melbourne, una mallorquina en Boston, un leonés en Baden-Baden y una gallega en Cracovia.
Después vino la versión Erasmus y he de decir que ésta es la que menos me ha gustado. Me traslada una visión un tanto pobre, ya que todos nos cuentan que, así en resumen, se pasan la vida de juerga.
Pero al final, en cualquiera de las muchas versiones, se trate del canal que sea, siempre hay una pregunta, que es aquella sobre lo que más añora el protagonista de la historia. Y, señores, la respuesta siempre, siempre, siempre menciona ¡EL JAMÓN! ¿No habrán dado con ningún vegetariano?
Autor | Chus Vidal
Foto | Alfredi en Flickr
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